Hay un jardín luminoso, entre muros bajos,
de hierba seca y luz, que lentamente cuece
su tierra. Es una luz que huele a mar.
Respiras esa hierba. Tocas el cabello
y agitas el recuerdo.
He visto caer muchos frutos, dulces,
caer sobre un poco de hierba,
con un ruido sordo. Así te estremeces
ante el temblor de la sangre. Mueves la cabeza
como si un milagro del aire ocurriera a tu alrededor
y el milagro eres tú. Hay un sabor igual
en tus ojos y en el cálido recuerdo.
Escuchas.
Las palabras que escuchas apenas te tocan.
Tienes un pensamiento claro en tu rostro tranquilo
que simula la luz del mar detrás de ti.
Tienes un silencio en el rostro que oprime el corazón
con un ruido sordo, y una pena tan antigua
como el jugo de los frutos caídos entonces.
Cesare Pavese