Amiga, cómo carecen de norte
los caminos de la amistad.
Apareciste para ser el hombro suave
donde se reclina la inquietud del fuerte
(o que ingenuamente se pensaba fuerte).
Traías en los ojos pensativos
la bruma de la renuncia:
no querías la vida plena,
tenías el previo desencanto de las uniones para toda la vida,
no pedías nada,
no reclamabas tu cota de luz.
Y te deslizabas en ritmo gratuito de ronda.
Descansé en ti mi fajo de desencuentros
y de encuentros funestos.
Quería tal vez -sin percibirlo, lo juro-
sádicamente masacrarte
bajo el hierro de culpas y vacilaciones y angustias que dolían
desde la hora del nacimiento,
estigma desde el momento de la concepción
en cierto mes perdido en la Historia,
o más lejos, desde aquel momento intemporal
en que los seres son apenas hipótesis no formuladas
en el caos universal.
¡Cómo nos engañamos huyéndole al amor!
Cómo lo desconocimos, tal vez con recelo de enfrentar
su espada reluciente, su formidable
poder de penetrar la sangre y en ella
imprimir una orquídea de fuego y lágrimas.
Pero, él llegó mansamente y me envolvió
en dulzura y celestes hechizos.
No quemaba, no brillaba, sonreía.
No entendí, tonto que fui, esa sonrisa.
Me herí con mis propias manos, no por el amor
que traías para mí y que tus dedos confirmaban
al juntarse a los míos, en la infantil búsqueda del Otro,
el Otro que yo me suponía, el Otro que te imaginaba,
cuando -por agudeza del amor- sentí que éramos uno sólo.
Amiga, amada, amada amiga, así el amor
disuelve el mezquino deseo de existir de cara al mundo
con la mirada perdida y la ancha ciencia de las cosas.
Ya no enfrentamos al mundo: en él nos diluimos,
y la pura esencia en que nos transmutamos perdona
alegorías, circunstancias, referencias temporales,
imaginaciones oníricas,
el vuelo del Pájaro Azul, la aurora boreal,
las llaves de oro de los sonetos y de los castillos medievales,
todos los engaños de la razón y de la experiencia,
para existir en sí y para sí,
con la rebeldía de cuerpos amantes,
pues ya ni somos nosotros,
somos el número perfecto: Uno.
Tomó su tiempo, yo se, para que el «Yo» renunciase
a la vacuidad de persistir, fijo y solar,
y se confesara jubilosamente vencido,
hasta respirar el más grande júbilo de la integración.
Ahora, amada mía para siempre,
ni mirada tenemos para ver, ni oídos para captar la melodía,
el paisaje, la transparencia de la vida,
perdidos como estamos en la concha ultramarina de mar.
Carlos Drummond
los caminos de la amistad.
Apareciste para ser el hombro suave
donde se reclina la inquietud del fuerte
(o que ingenuamente se pensaba fuerte).
Traías en los ojos pensativos
la bruma de la renuncia:
no querías la vida plena,
tenías el previo desencanto de las uniones para toda la vida,
no pedías nada,
no reclamabas tu cota de luz.
Y te deslizabas en ritmo gratuito de ronda.
Descansé en ti mi fajo de desencuentros
y de encuentros funestos.
Quería tal vez -sin percibirlo, lo juro-
sádicamente masacrarte
bajo el hierro de culpas y vacilaciones y angustias que dolían
desde la hora del nacimiento,
estigma desde el momento de la concepción
en cierto mes perdido en la Historia,
o más lejos, desde aquel momento intemporal
en que los seres son apenas hipótesis no formuladas
en el caos universal.
¡Cómo nos engañamos huyéndole al amor!
Cómo lo desconocimos, tal vez con recelo de enfrentar
su espada reluciente, su formidable
poder de penetrar la sangre y en ella
imprimir una orquídea de fuego y lágrimas.
Pero, él llegó mansamente y me envolvió
en dulzura y celestes hechizos.
No quemaba, no brillaba, sonreía.
No entendí, tonto que fui, esa sonrisa.
Me herí con mis propias manos, no por el amor
que traías para mí y que tus dedos confirmaban
al juntarse a los míos, en la infantil búsqueda del Otro,
el Otro que yo me suponía, el Otro que te imaginaba,
cuando -por agudeza del amor- sentí que éramos uno sólo.
Amiga, amada, amada amiga, así el amor
disuelve el mezquino deseo de existir de cara al mundo
con la mirada perdida y la ancha ciencia de las cosas.
Ya no enfrentamos al mundo: en él nos diluimos,
y la pura esencia en que nos transmutamos perdona
alegorías, circunstancias, referencias temporales,
imaginaciones oníricas,
el vuelo del Pájaro Azul, la aurora boreal,
las llaves de oro de los sonetos y de los castillos medievales,
todos los engaños de la razón y de la experiencia,
para existir en sí y para sí,
con la rebeldía de cuerpos amantes,
pues ya ni somos nosotros,
somos el número perfecto: Uno.
Tomó su tiempo, yo se, para que el «Yo» renunciase
a la vacuidad de persistir, fijo y solar,
y se confesara jubilosamente vencido,
hasta respirar el más grande júbilo de la integración.
Ahora, amada mía para siempre,
ni mirada tenemos para ver, ni oídos para captar la melodía,
el paisaje, la transparencia de la vida,
perdidos como estamos en la concha ultramarina de mar.
Carlos Drummond
16 comentarios:
Parece una carta de amor, o, una carta de renuncia a algo a lo que no se puede ni debe, renunciar.
Es un pedazo de poema.
Besos
Que poema tan bello, no conocía al autor de estos magníficos versos.. Gracias por compartirlos y hacernos conocer poetas..
Saludos fraternos
Un abrazo
Suerte en esta semana que se inicia
Que maravilla de poema cuanto nos que por descubrir,poemas, versos,sonetos, de autores con tantisimo talento,que al leerlos,es flotar entre nubes de algodón con una bella melodia.
Besitos
Ahora, amada mía para siempre,
ni mirada tenemos para ver, ni oídos para captar la melodía,
¡Cómo nos equivocamos huyéndole al amor...!
Besos.
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QUE BONITO POEMAA QUE TENGAS UNA EXELENTE SEMANA
SALUDOSSSS DESDE MUNDO ANIMAL
como siempre...
Hermosa elección
1 beso
Una poesía muy completa.
Muchos besos.
Que lindo poema, as palavras são como navalha, corta a carne até chegar na profundeza da alma.
Linda escolha
Boa semana que se inicia, luz e sucesso no teu caminho
Beijos
Adoro este poema.
He usado algún verso incluso para firmar en cuadros
Besos y abrazos.
Hola: ¡Qué lindo es todo en tu casa!
Ya no sé qué comentar. Me he puesto muy repetitiva...
Abrazos.
Gracias por acercarnos tan bello poema y darme a conocer a su autor.
Biquiños, siempre es un placer visitarte
Trini Reina, es abrir los ojos al amor. Un beso
Adolfo Payés, la agradecida soy yo por su paso que me posibilita conocerlos y leerlos.
Buena semana. Abrazo
Ninfa Azul, que bonita imagen la de flotar entre nubes con una bella melodía. Un bico
Mundo Animal, gracias por pasar y traernos las figuras de los diferentes animales.
(Yo soy mono de fuego en el horóscopo chino) Así que me identifico con tu foto :)
Viejo Agustín, graciasss :)
Abrazo grande
Sakkarah, completísimo el recorrido en el que nos lleva C.Drummond, desde el momento intemporal al reconocimiento del amor. Muchos besos
Diavolo, porque nadie se equivoque y lo reconozca, no hay que dejarlo pasar.
Un beso
Bondearte, a la vez que producen ese efecto de llegar al alma, también la reflejan. En tu caso unís las palabras a la pintura, un conjunto precioso.
Un abrazo
Ana, es una confesión del momento del descubrimiento del amor hermosísima.
Otro abrazo y besos
MNB, pasa y lee me dejas un saludito y sé que andas por ahí
tengo que ir a tu blog a aprender más sobre las palabras. Besos
Meiguiña, es un bello intercambio
leernos, tus relatos atrapan ;)
Biquiños
No conocía al autor y lo cierto es que me ha gustado mucho el poema. Gracias Inés por compartir tu "descubrimiento".
El precioso es realmente poema... O era alrevés? o alveres?
jajaja en fin lo que sea.
Saludos
Chesana, revelaciones que suelen suceder.
Un beso
La sonrisa de Hiperión, lo importante es el contenido :)
Saludos
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